Biznaga son chavales que han leído unos cuantos libros, a quienes han echado de unos cuantos empleos, y analizan la gravedad de su situación en un banco del parque, rodeados de cáscaras de pipas y litronas y el ocasional vómito. “La sociedad se desmorona”, exclaman, usando una retórica no sujeta a interpretación. Biznaga se declaran en contra del mundo moderno, a contrapelo del poder y con una “creciente inclinación por la plebe”, que decía Dovlátov. Exaltan a los humildes: los repartidores con un pie en la tumba (“Réquiem por un rider”) y las parejas unidas solo por la hipoteca (“Espejos de caos”); los falsos autónomos, los feos y los no-productivos; todos aquellos que han sido excluidos de la fiesta privada del capitalismo. Si el punk rock iba de algo, era de esto.
Nos están engañando a base de bien, y por eso, más que nunca, necesitamos marchas triunfales. Contra la oligarquía y la metáfora, por el entusiasmo, la dureza y la razón histórica del proletariado, pegando guitarrazos y berridos, están los Biznaga. Espabilados y autocríticos, melancólicos y enfadados pero guiados por el cariño.
El futuro sobre plano
Imaginación política
El entusiasmo
La gran renuncia
Benzodiazepinas
Espejos de caos
Las afinidades eléctricas
Réquiem por un rider
Agenda 2030
Lorazepam y plataformas
Ocupar el AHORA